«Yo me lo sabía, te lo prometo. He estudiado mucho y en casa me lo sabía perfectamente. No sé qué ha pasado…»
Es sorprendente la cantidad de veces que se escuchan frases similares a la anterior tras un examen o tras la entrega de las notas. Y nosotros, adultos, las escuchamos como si fuera una mala reposición de una serie antigua y no les prestamos importancia al tiempo que le contestamos al alumno o alumna de turno algo parecido a «pues deberías estudiar más para la próxima vez» sin saber que estamos, sin quererlo, provocando la situación inicial. Para entender este bucle que estamos generando primero habrá que entender un simple concepto: la ilusión de saber.
La Universidad de Harvard y la Universidad de Kent bautizaron con ese nombre al fenómeno por el cual una persona tiene la sensación real de conocer un temario cuando, en realidad, no lo ha aprendido y, por ende, no está preparada para afrontar una prueba. Cabe destacar aquí el matiz de «sensación real». Y es que cuando el alumno o alumna viene desolado y te dice que se lo sabía, hay ocasiones —no siempre, evidentemente— en que es cierto que así lo pensaba. Vamos a ver por qué puede darse este fenómeno.
Técnicas de estudio: pasivas y activas
Cuando las técnicas de estudio de un alumno se limitan a técnicas pasivas —actividades que no requieren hacer ningún esfuerzo cognitivo a medio o largo plazo para el rescate de la información— nos encontramos con que el aprendizaje real del contenido es sumamente bajo en contraposición con la sensación de aprendizaje del alumno en cuestión. O, dicho de otra manera, si un alumno coge un par de temas de un libro, los lee, los subraya y hace un esquema o resumen del mismo sin incluir técnicas de estudio activas que le requieran rescatar la información y reelaborarla con el esfuerzo cognitivo que eso implica, tendrá la sensación de haber invertido mucho tiempo de estudio y de conocer muy bien el temario aunque seguramente no habrá interiorizado los conceptos. Eso le llevará a obtener una baja puntuación, lo cual repercutirá en su autoconcepto académico dado que ha invertido mucho tiempo de estudio y creía realmente saberse el temario. Seguidamente el profesorado o los padres o madres, ajenos a esta situación, cuando el alumno les explique que se lo sabía le indicarán que debe estudiar más y, si se trata de un alumno aplicado, así lo hará, redoblando su ilusión de saber pero obteniendo una nota similar por lo que empeorará aún más su autoconcepto académico.
¿Soluciones?
¿Y cómo salimos de esta caída libre infinita? Incidiendo en la calidad del estudio y no en la cantidad. No se trata de que estudie más, se trata de que estudie mejor. Deberá incluir técnicas de estudio activas que le obliguen a realizar esfuerzos cognitivos para rescatar la información, relacionarla con otros conceptos y ponerla en práctica. ¿Y eso no lo hace la lectura, el subrayado y el esquema? ¿No es eso lo que se ha hecho toda la vida?
Lo que sucede con estas técnicas pasivas es que la información, los conceptos, pasan por la cabeza del estudiante pero éste no hace ningún esfuerzo en el proceso de recuperación porque es inmediato: acaba de leer una idea y la subraya o la anota en una hoja, o apunta la frase importante en una libreta. Por hacer un símil sencillo y fácil diríamos que el alumnado está «fotocopiando» los apuntes pero sin necesidad de interiorizarlos, sin la necesidad de llegar a la ventana de rescate. Pero, ¿qué es esto del rescate que ya ha aparecido varias veces con anterioridad? Es, precisamente, lo que determina que la técnica de estudio sea activa y provechosa y se basa en la curva del olvido de Hermann Ebbinghaus.
La curva del olvido
Según los estudios de Ebbinghaus, los conceptos que se memorizan para un examen tienen una curvatura del olvido muy pronunciada —especialmente si los contenidos no son prácticos o están relacionados con aspectos vitales del alumnado—. Se representaría con la siguiente gráfica:
Cuando un alumno va en busca del concepto aprendido y aún se encuentra en la franja superior de retención porque apenas ha pasado tiempo entre su adquisición y el momento de rescate de la información, no hay un verdadero esfuerzo cognitivo para recuperarlo y, por lo tanto, el concepto no se afianza. Es por eso que las técnicas de estudio pasivas que consisten en leer y, automáticamente, subrayar o anotar algo en un papel no afianzan realmente los conceptos. Son una buena base para técnicas más sofisticadas que se deberían emplear después pero no tienen gran efectividad por sí solas.
Si queremos que esta curva mejore debemos forzarnos a intentar recuperar los conceptos cuando éstos se encuentren en la franja baja de la retención, es decir, pasado cierto tiempo de su adquisición. Con cada rescate conseguiremos que la curva de olvido sea menos pronunciada y, por lo tanto, aumentaremos la retención de lo estudiado. Quedaría, pues, una gráfica similar a la que expongo a continuación:
Teniendo esto en mente podemos plantear ciertas modificaciones en nuestro estudio, empezando por la más común y menos productiva como es el «yo me lo estudio y después tú me preguntas». Este proceso no requiere un rescate de la información real ya que el alumno ha revisado el concepto hace muy poco tiempo. Pero si, en cambio, hoy se estudia y mañana, antes de empezar la sesión de estudio se realizan las preguntas, nos estamos forzando a realizar una recuperación importante de la información al tiempo que conseguimos un diagnóstico de en qué fallamos y eso nos ayudará a planificar el estudio con mayor precisión y calidad.
En resumen
Las técnicas de estudio pasivas —leer, subrayar y hacer esquemas o resúmenes al momento— son una buena base pero no pueden ser las únicas técnicas de estudio empleadas ya que no generan un aprendizaje acorde con el tiempo invertido, generan la sensación en el alumnado de conocimiento de la materia (confunden entender con interiorizar) y cuando llegan los resultados pueden provocar un impacto negativo en el autoconcepto académico.
Cuando como profesor o como padre o madre te encuentres con un caso de estos, ya sabes: no se trata de decirle que estudie más (siempre y cuando haya estudiado), se trata de ayudarle a entender que debe estudiar mejor y combinar técnicas de estudio pasivas y activas para afianzar el aprendizaje.
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